lunes, 30 de marzo de 2015

Yo te protejo.

Allí estaba él. A escasos centímetros de su boca. Oía su respiración, tragaba su aire.
Allí estaba ella. Con sus ojos, color miel, apuntando directamente a los de él, esos ojos verdes, que tanto la volvían loca. Esos mismos, que traían consigo un dolor extremo y muchas lágrimas, enterrados en los de él, trasmitiendo paz, amor y armonía.
-¿Qué me estás haciendo? -señaló ella apuntando su corazón.
-Lo mismo que me haces tú... -murmuró.
-Yo... no puedo.
-Oh, sí. Tu puedes hacer todo lo que te propongas, Lali -alfín la nombró-. Eres única. Fuerte. Especial... Perfecta -terminó de decir.
-Gracias por el cumplido, pero no. No soy nada de eso, lo lamento -dejó un rápido beso en sus labios y salió a los apurones de aquella habitación, dónde estaban encerrados.
La volviste a cagar, Peter le dijo su subconsciente sabes que es delicada.
-Claro que lo sé -susurró y movió la cabeza para espantar esas ideas tontas. Sabía lo que Lali era capaz de hacer. No quería imaginárselo. Bajó ligeramente las escaleras de su gran cabaña en la playa. Ella no debía estar muy lejos. Volvió dentro para buscar algo que lo abrigara, ya que a esas horas de la noche el río atraía al frío.
No supo cuanto caminó, tal vez diez minutos, media hora, tres horas, un mes... No tenía idea. Lali no estaba, por ningún lado.
Él debía ayudarla a superar todo esto que le está pasando. Pero si no la encontraba, ¿Cómo hacía?
Pudo observar una pequeña fogata a lo lejos y entre dos piedras. Suspiró. Podría estar o no protegiéndose del frío. Se acercó un poco más: ella no estaba allí. Su cara se transformó, se tomó la cabeza, algo molesto, y decidió seguir.
Pasaron muchas más horas, el clima helado no cesaba. Se le vino a la mente una imagen de ella. Se sentó bajo un árbol: ¿Donde carajo se había metido? Miró al frente y pudo encontrarse con ella, sí, Lali. Lo miraba con esa angustia, ese pánico. Le extendió un pequeño papel, envuelto en un sobre.

Siento todo esto. Solía ser una persona feliz. Él me cagó la vida. Él me la destrozo. Palabras que van, palabras que vienen. Siento no poder ser la chica que alguna vez soñaste, o tal vez, sigues soñando. Lamentablemente no puedo ser yo, no. No puedo superar las marcas que él dejó en mi vida, en cómo me la arruinó. Tengo una herida que nunca cicatrizará, porque está en mi alma. Si es que tengo. Nuevamente te pido perdón, yo te amo, pero no puedo. Él me busca, yo lo sé, lo presiento.

Miró fijamente a ella. Estaba cabizbaja, intentando no llorar, aunque le fuese imposible. Volvió sus ojos a la carta.

Yo no puedo, no puedo. Me siento mal. De verdad aprecio todo el cariño que sientes por mí. En cómo me cuidas y me tratás. Como me mimás. Me querés, me amas. En tu forma de mirarme, con esa sonrisa tan hermosa, que espero que nunca se borre, así algún día de mi vida pueda imitarla. Estoy dañada, lastimada y perdida. No sé que mas decirte; mi vida fué, es y será una mierda, y lo sé. Lamento que tengas que soportarme, mis intentos de acabar completamente mi vida, mis rechazos, mis llantos por las noches, mi forma de autodestrucción, la borrachera. Todo. Ahora, si me disculpas, yo ya no puedo seguir. No me siento con fuerzas ni ánimos para hacerlo. Yo, Mariana Esposito, necesito salir de esta prisión, urgente. Quiero que sepas que te amo y te amaré por siempre. Nunca lo dudé. 

Era impresionante todo lo que le había hecho sentir en unas simples palabras. Y se sorprendía que se haya enamorado en tan solo una semana. Y aunque ella decía que era prohibido, él la quería y la aceptaba tal y como era. Lali era importante en su vida. Y quería que lo fuese para siempre.
-Yo te ayudaré a superar lo que sea -le dijo intentando tomar su mano. Pero era dio un brinco hacía atrás, evitando el agarre.
-Perdón -dijo, totalmente quebrada-. No puedo ni quiero confiar. Estoy muy lastimada, por dentro, y por fuera -se animó a decir en un murmullo.
-¿por fuera? -preguntó anonadado.
Se levantó la remera: dejando ver muchas marcas de cinto, cortes, arañazos. Su vientre estaba algo abierto y por él salía sangre.
-Yo ya no puedo -volvió a susurrar. Bajándose nuevamente la remera.
-Te ayudo a salir adelante -propuso Peter.
-No creo que puedas. Mucha gente ha intentado ayudarme, y aún así no supero todo el daño que llevo conmigo.
-Oh, vamos, al menos déjame intentarlo -intentó acercarla a él, otro brinco hacia atrás por parte de ella.
-No me toques, aún no confío en tí -le dijo.
-Eso no lo decía hace unas horas, cuando casi me besas -pronunció.
-Fuí una tonta. Nunca debí haberme acercado a tí. No tienes que haces todo esto por mi.
-Si que puedo. Porque es obvio que estoy enamorado de tí -Lali abrió los ojos bien grandes-. Sí. Me has capturado desde el primer momento en que te ví, entrando a ese callejón. En fin, ¿Vas a dejar que te ayude? -ella se quedó pensativa un momento-. Por favor, Lali.
-Está bien. -asintió.
Peter se levantó y se le acercó. Para su sorpresa, ella se dejó. La tomó de la mano y caminaron juntos, nuevamente, hacía la casa en la playa. A orillas del río. Pasos lentos y el sonido del agua chocando contra las costas. Era hermoso.
-Peter... tengo frío -murmuró Lali apretando fuerte sus brazos, intentando autocalentarse. Peter se quitó la chaqueta y unió sus cuerpos, para luego colocarla arriba de ambos- Gracias, por todo -dijo.
-No hay de qué.
Llegaron. Peter abrió la puerta de la cabaña color crema. Prendió la luz dejando ver un poco del desorden que llevaba en sí.
-Ya sabes donde está tu habitación -le dijo-. Vé a darte una ducha. Luego, si quieres, te ayudo a vendar y curarte esos golpes -tiernamente.
-Gracias. Eres el mejor -sonrió y corrió escaleras arriba.
Fué a la cocina a preparar dos café con leche y unas galletitas para acompañarlo. Al rato bajó ella, tan radiante. Llevaba un pijama común y corriente. Algo arañado, pero casi nada.
-Que linda -le dijo.
Intentó mantener la calma al ver que ella bajaba la cabeza y se ponía algo roja, ¡la había sonrojado!
-Ten -le extendió la taza-. Es un café con leche, bien cargado.
-Gracias -sonrió.
-Luego vamos a dormir, Lali. Son las seis y media de la mañana.
-Lamento todo lo que tuviste que pasar por mí. Nunca debí haberme aparecido.
-Oh, no digas eso. Estoy complacido de poder estar contigo, y de haberte conocido. Eres especial.
-Sabes... apenas me llamaste desde tu auto mientras andaba renga por la ruta me dije a mí misma: ''No confíes en él, es un desconocido''. Pero me sonreíste, y en esa sonrisa pude descubrir que eras buena gente, Peter. Ahora mismo sos la primera y única persona importante en mi vida.
-Que tierna -tontamente-. Dejá, yo junto -dijo al ver que ella estaba a punto de empezar a lavar las tazas.
-Voy a dormir. Gracias por todo, nuevamente -decía.
-Por favor. Buenas noches.
-Hasta mañana.
Sonrió como bobo mientras Lali suavemente subía las escaleras hacía su habitación. Se quedó un rato más mirando una serie, y luego se fué a dormir. Eran ya como las siete y algo de la mañana.

-Peter... -murmuró Lali.
Se despertó y allí estaba. Con una túnica blanca y algo que brillaba tras ella, era una especie de... ¿ángel?
-Lali, ¿qué pasa? -le dijo con típico voz de dormido.
-Venía a darte las gracias, por última vez -sonrió-
-¿Cómo por última vez?
-Tú me ayudaste cuando yo más lo necesitaba. Mirá -les enseñó sus ¿alas?
-¿De donde sacaste eso? ¿Y la ropa?
-Ahora estoy en un lugar donde todos nos queremos. Donde no existe el dolor, la traición, Peter. Es muy lindo todo -sonrió-. Apenas llegué, me dieron una misión: salvar a las personas que estuvieron igual o peor que yo cuando estaba viva... -¿¡QUÉ!?-. Lo sé, tu nunca fuiste igual a mí, solo necesitaba despedirme. Fuíste un gran compañero. Te dejé una carta, está en mi habitación. Sube, léela con tranquilidad, por favor. No te alborotes, ni sufras. Te quiero ver feliz, algo que nunca pude ver en mí. Por última vez... Gracias.

Se despertó sobresaltado. Rápidamente se puso una bata con su par de pantuflas y corrió hacía la habitación de Lali. Esperaba que todo hubiese sido una simple pesadilla. Que ella estaba bien, y que iban a pasar una vida juntos. Abrió la puerta y su corazón cayó al piso.
En una de las esquinas, estaba ella. SU LALI. Al lado había un frasco de pastillas para dormir, había medio recipiente vacío. Se acercó a ella, no respiraba, ni tenía pulso. Se largó a llorar, maldiciendo que todo era verdad, y que ella había muerto. No le decía nada. Simplemente se dispuso a leer la carta que había sobre el estómago de Lali.

Peter:
Lo lamento mucho. No pude superar nada. No soy fuerte, nunca lo fuí. Esta semana que pasé con vos fueron los mejores días de mi vida, siento muchísimo pagarte de esta manera. Yo no quería. Sabía que estar con vos era algo imposible, era obvio que mis problemas de alguna u otra forma te iban a llegar. Y sos tan bueno, no quería que la pases mal por mí. No quería verte sufrir, aunque sé que ahora estas sufriendo mucho al leer esto. No quería verte mal. No quería nada que tenga que ver con que vos la pases terrible. Decidí irme, por mi bien, por el tuyo y el de los demás. Decidí alejarme del mundo. Decidí acabar con todo, incluyendo MI vida. Vos no te mereces a alguien como yo, y eso tenlo muy en cuenta. Ojalá encuentres a alguien que te haga muy feliz, cosa que yo no logré hacer. No intentes ir a buscarme en otro mundo, porque me voy a enojar, y mucho. Yo estoy bien. No trates de despertarme ahora, porque luego de tomarme esas cuarenta y cinco pastillas y que pasen los diez minutos suficientes, ya no se puede hacer nada. No fuí fuerte, no pude superarlo, no pude afrontarlo, no pude nada. Ya de por sí, soy una mierda. Espero que no te enojes conmigo, porque eso si no me lo voy a perdonar nunca. GRACIAS, por todo. Yo te amé, te amo y te amaré. Nos vemos cuando te llegue la hora, vas a entrar y yo te voy a abrazar muy fuerte. Tal vez me veas cambiada, feliz. O no, no lo sé. Te quiero muchísimo. Lali.

-No puede ser verdad -murmuró. La miró nuevamente, tendida en el suelo, con un par de lágrimas en los ojitos.
Ya no había nada más que hacer. Lali... había muerto.
Se acercó a ella. Acarició suavemente su mejilla, tomó la mitad del frasco que aún quedaba, negó con la cabeza y lo tiró contra la pared, dejando escapar la otra parte de las pastillas. Se agarró fuertemente la cabeza, pero luego se tranquilizó, y volvió su vista a la pálida Lali totalmente dormida en el suelo, con su mano derecha ubicada en su corazón.
Acercó más su cara con la de ella y presionó los labios contra los fríos de Lali. Era su primer y último beso con ella. Un par de lágrimas cayeron nuevamente.
-Te amo... -le susurró, por último, en el oído.

No todos los cuentos tienen un final feliz. Ni les pienso dar la dirección de mi casa, eh.
¿Les gustó el corto? :3 ah, ¡LLEGAMOS A LAS 10.000 VISITAS, WOW, GRACIAS! quiero que saquen sus conclusiones sobre lo que le haya pasado a Lali, inventen su historia, es como una actividad y esta vez USTEDES van a tener que escribir la historia de La, y yo las voy a leer(:

En cuánto a la maratón de #Powers: Va a ser el día Sábado 11 de Abril y el primer capítulo va a ser a las 15:00 (HORA ARGENTINA). Iba a hacerlo para Semana Santa, pero como es fin de semana largo con mi familia nos vamos a corrientes, así que voy a estar ausente. Ah y ya saben, ¡TODAS EL SÁBADO A LAS TRES ESPERANDO EL CAPITULO, YO LAS GOBIERNO! ahre no, igual si :3 {soy bopilar(?}

Gracias por todo, ¡Comenten!
Juli. (@esposmysmile)



sábado, 28 de marzo de 2015

Aviso + propuesta.

Holuuuu, bueno. Vamos al punto.
¿Vieron que estamos por llegar a las 10.000 visitas? AAAY, estoy emocionada, bai. Ok, me calmo.
Tambien les pregunté a ustedes que quería, si maratón, corto o especial. Pero luego pensé y mejor, y por esta vez, decido yo lo que haremos. Perdón :p
Cuando lleguemos a las 10.000 visitas, al otro día a las 16:00 se va a estrenar un corto que ya está listo. Por ejemplo, si llegamos el miércoles, el jueves(al otro día) a las 16:00 (Hora Argentina) se va a estrenar el corto.
Y a la vez, en el corto se va a mencionar el día y la hora en el que se va a comenzar la maratón de cinco capítulos. Sí, cinco. Lo iba a hacer de tres solamente pero las quiero mucho y bueno :p :p *chupamedias* ahre. ¡Y para ese día las quiero a todas presentes, eh! (Voy a tratar de que sea un fin de semana, así las chicas que van al turno tarde en el colegio puedan estar para la maratón).
¿Les parece? :3

Juli. (@esposmysmile)

martes, 24 de marzo de 2015

Fiesta, caos y poderes II

-Aléjate, Peter -dijo sin mirarlo.
-No hasta que no me digas que es lo que estás haciendo, señorita desconocida -repitió él de la misma forma. 
-¡No hay nadie más! -escuchó de un bombero que trabajaba en el incendio.
El poder consumió completamente las energías de Lali, lo cual provocó que esta cayera de rodillas, completamente cansada.
-Lo hice... -murmuró con la voz entrecortada. 
-¿Qué? -preguntó Peter intentando levantarla del suelo.
-No. Nada.
Se arrecostó a tomar aire y en eso apareció Candela. Al verla inmediatamente se tiró a su lado. Peter miraba atentamente. Él no debía estar allí. Y menos con ella. Se aseguró de que no se diera cuenta y se fué corriendo.
-¡Lali! ¿Qué te pasó? -preguntó Cande.
-Me ahogué un poco con el humo -mintió-. Pero estoy b...
No pudo terminar la frase. La enorme pared que había estado sosteniendo con la mente durante ocho minutos se derrumbó hacía el lado de adentro. Haciendo que salten chispas y una gran masa de tierra. Unos que otros ladrillos volaban por los aires. Lali estaba aún sin fuerzas, así que Can la abrazó hacía su cuerpo y la ayudó a correr, con mucha dificultad, pero al menos llegaron a un lugar protegido. Dejaron escapar un suspiro y apareció la directora, con completa cara de preocupación.
-Yo me voy a encargar del incendio -gritó-. Vayan a sus habitaciones, tranquilos, mañana veremos que se hace -dicho esto volvió hacía el camión de bomberos. Donde la prensa de noticieros y el jefe de bomberos la esperaban para charlar.
En orden, todo el mundo fué desapareciendo entre los pasillos del gran Mandalay. Lali había recobrado el aire y las fuerzas.
-¿Y Peter? -preguntó apenas cruzaban el campus.
-¿Peter? -dudó Cande.
-Sí, el chetito que te molestó a vos el otro día.
-¿El cachetón que se parte en cincuenta? -rió Cande.
-No, tarada. El del lunar.
-Uh, no lo sé. ¿Se llama Peter? -volvió a preguntar tontamente.
-Que sí.
-Bueno, che. ¿Para que lo buscás?
-Él me encerró en un cuartucho de limpieza pero cuando vió el incendio rápidamente fué a sacarme de ahí -sonrió tontamente.
-Mirá vos, el chetito salvador -rió.
-Bueno, basta.
Entraron a la habitación. Paula no había llegado así que dejaron la puerta abierta. Entraron por turnos al baño, se desvistieron y se pusieron una pijama para dormir: esta era su primera noche en el Mandalay. 
Apenas entró Cande al baño, Lali sacó un pequeño cuadernillo, en el que anotaba su día a día, era una especie de diario íntimo, pero sin candado.

7 de Junio, 2010
Hoy llegué al Mandalay, ¡Estoy tan contenta! Aunque me siento un poco prófuga, ya que me escapé de mi casa para explorar el mundo. Es tan copado. Empecé la mañana con un tour, dónde me dieron el uniforme, la habitacion en dónde estoy escribiendo esto ahora, y me enseñaron el colegio. De todas las clases la que más me gustó fué fotografía, ¡Es fantástica!
Conocí dos nuevas amigas: Candela y Paula. Cande es nueva como yo, así que nos ayudamos mutuamente con esto, sé su pasado y ella el mío, obviamente evitando la parte de mis poderes mentales. Con Paula somos compañeras de habitación, no conozco mucho de ella, así que solo diré que se llama Paula y que tiene mi misma edad. El hermano de ella es un cañazo, se llama Peter, o le dicen así, no sé. Lo malo de él es que se junta con chetos. Diú.
Hoy tuve mi primer fiesta, fué genial, y a la vez no. Un incendio invadió el lugar, Peter me había encerrado así que yo solo podía escuchar gritos, hasta que él apareció y me ayudó a salir, ¿No es un caballero? Pero sigue siendo un cheto Lali, calmáte. Enfín. Una enorme pared estaba a punto de caer encima de muchos alumnos que aún quedaban dentro. ¿Y saben que hice? Usé mis poderes, sí. Sentía que la cabeza me iba a explotar. La pared era demasiado pesada y no podía soportarlo. Pero así me la banqué, y todos pudieron salir.
Ahora te dejo. No quiero que nadie descubra esto, y Cande de seguro está a punto de salir del baño, ¡Nos vemos! 
                                                                   Lali.

Ni bien terminó de escribir. Apareció Paula por la puerta que daba al pasillo.
-Ah, La, estabas acá -pronunció con una sonrisa-. Pensé que te habías perdido así que te fuí a buscar por el campus, ¿Y Cande?
-En el baño -le dijo con una sonrisa.
-Bueno, será mejor que me acueste. Ah, en el pasillo hay un gran cartel que dice que no habrá clases hasta nuevo aviso -dijo emocionada.
-¿¡Encerio!? ¡Woho! -gritó Cande al salir del baño.
-El Mandalay es re copado cuando son feriados o no hay clases -dijo Paula-. Ya van a ver... -se metió bajo las colchas de su cama. Cande y Lali hicieron lo mismo-. Buenas noches.
-Buenas noches.
-Que descansen.

                                                                     ***
-¿¡COMO QUE LA PERDISTE!? -gritaba la jefa de gobierno.
-No sé, se escapó de casa. No la pude encontrar -dijo Carlos, cabizbajo.
-La vas a buscar porque yo te ordeno, ¿Me escuchaste? -Carlos asintió-. Tenemos planes con Mariana, ella es especial, ¡Y vos lo sabés! -gruñó-. Vas a mover cielo y tierra para encontrarla. Y si no lo hacés... ¡Te encierro en el agujero! {Ayer ví Matilda, lectoritas}
-Está bien. ¿Qué piensan hacer con ella? -preguntó.
-Experimentos científicos. Eso. -volvió a su puesto de superioridad-. Te asigné el puesto de cuidador de Mariana para que nunca la dejes ir y así usarla, ¡No para dejarla ir! ¿Sabés la plata que nos haremos con esa muchacha? Seremos ricos, señor Carlos. ¡Ahora, vaya a buscarla inmediatamente!
-Si señora -saludó mientras salía del lugar.

Oh no, no y no. ¡No me toquen a Lali, mierdas! ahre.
Gracias por sus mensajes de apoyo en el anterior capítulo, ustedes son lo más♥ lo vuelvo a repetir: GRACIAS.
Estaba viendo las visitas y llegamos a 9.260, ¡Woaw! Me tiré, ahre. Elijan ustedes que quieren: Maratón, corto o especial Laliter. La más votada cuando llegue a las 10.000 visitas la hago :3

Un besotototototototototototototo(CALLATE)totote y ¡nos vemos! ah.
Juli. (@esposmysmile)

viernes, 20 de marzo de 2015

Fiesta, caos y poderes I

Lali llegó con Cande a un gran salón. Abrió los ojos bien grandes al observar todo: mesas divididas, telas de colores, luces, una gran pista de baile, buena música. Un lugar hermoso.
–Wow –dijo sin salir de su asombro–. Este lugar es maravilloso, Can.
–¿Viste? –respondió esta de la misma forma–. Nunca había venido a una fiesta del Mandalay.
–¿En qué puedo ayudarlas? –preguntó un hombre de gala con una gran planilla en sus manos.
–La mesa para becarios –dijo Cande.
–Sí claro, mesa siete. Por allá –señaló– ¿Sus nombres?
–Mariana Espósito y Candela Vetrano –interrumpió Lali.
–Bien. Están en la lista. Pueden pasar –sonrió.
–Gracias.
Ambas se dirigieron a aquella mesa.
–Huele a pobretonas –rió el pibe del lunar. Que estaba sentado una mesa antes que la siete, en la seis.
–Parece que te gustó lo que les pasó esta tarde –rió Lali recordando el momento.
–No enana. No me gustó y dejá decirte algo... Jamás-vuelvas-a tocarme –remarcó acercándose más a ella. 
Sintió una suave brisa y la copa llena de coca que había sobre su mesa se partió en veinte mil pedazos. Dejando el líquido se escapara y cayera en las faldas del rubio y su novia.
–¡AAY! –gritó la chica. Peter no salía de su asombro al sentir ese viento extraño que parecía empujarlo cada vez más y más hasta hacerlo chocar contra la pared.
El resto de la noche transcurrió comúnmente. Él y Lali no se quitaban los ojos de encima. Con toda la bronca en cada uno. Lali tenía miedo de mirarlo tan duramente, ya que un mínimo esfuerzo con sus ojos ya hacían escapar los poderes. Podía causar mucho daño si no los controlaba. Por suerte, sabía cómo hacerlo.
Las dudas de Lali florecieron al ver que se acercaba a Paula que parecía bailar tranquilamente con Esperanza en la pista. Se acercó un poco más para poder escuchar si decía algo que pudiera ofenderla. No. No le dijo nada malo. Apenas se fué, ella se acercó a Paula.
–¿Lo conocés? –le preguntó.
–¿A quién? –volvió a preguntar esta.
–Al chico ese que estaba hace dos segundos. ¿No te dijo nada malo?
–No –se encogió de hombros–. Que yo sepa no. Es mi hermano, Peter –aclaró.
–Peter... –murmuró Lali mirándo al suelo.
¿Cómo podía ser que un agrandado, manipulador y burlón sea hermano de una chica tan dulce y agradable? ¿O fingía?
–Sí, Peter, ¿pasó algo con él? 
–No –rió Lali–. Bueno. Nos vemos –saludó alejándose hacía la mesa.
En el medio del camino alguien la tomó fuertemente del brazo. Empujándola hacía un cuartucho.
–Esta es una fiesta para ''chetos'' –hizo comillas con las manos.
–No me das miedo, Petercin –rió ella.
–¿Cómo sabes mi nombre?
–¿Te importa?
Sí, y mucho  logró escuchar los pensamientos de él. Intentó disimular la cara de tonta que llevaba en ese momento.
–No –sonó indiferente. Pero ella sabía que estaba mintiendo–. Retomando, ¿Así que no me tenés miedo, no?
–Para nada.
–Mugrosa.
–Cheto.
–Sucia.
–Careta.
–Negrita.
–Agrandadito.
–Sh, a mí nadie me hace la contra, ¿estamos? –rió y cerró la puerta con llave. Dejándo a Lali encerrada dentro.
–¡Abrime, estúpido!
–Mmmm dejame pensarlo. No. –se fué.
Lali intentó ir hacía la puerta. Forzaba sus ojos para romper la cerradura pero esta no cedía. No entendía porqué. Probó romper en pedazos la puerta. Pero tampoco tuvo resultado. Gritaba, pero la música estaba demasiado fuerte para que alguien la escuchara.
Se sentó en una caja de cartón. Forcejeó un poco más, pero ya se estaba sintiéndo mareada. Así que prefirió tomarse un descanso.
Escuchó muchos gritos y corridas dentro del lugar. Intentó una vez más y ,por fín, cedió. Peor una gran bruma de humo cubrió sus ojos. Se chocó con alguien.
–¡Petisa!¿Sos vos? –preguntó la voz anónima.
–Sí –tosió un poco a causa del humo– ¿Q-que pas-sa aqu-i-i?
–Vamos. Tenemos que salir de aquí.
La tomó de las manos y lograron salir por la ventana. Al salir ella se quedó sorprendida al ver la figura del chico del lunar, Peter. Quién la había sacado de allí.
Aunque parecía malo, en realidad Peter era un chico dulce e inteligente. Con un corazón de oro. Pero apenas llegó al colegio, se empezaron a burlar de él y su hermana. Por lo que prefirió, antes que hacerle la contra, unirse a ellos. A los malos de la película.
Al darse cuenta que tenía a una persona encerrada, quién podría morir si no la sacaba, se sintió completamente culpable: no soportaría ver a nadie morir por su culpa. Así que e metió entre las llamas y la gran nube de humo para poder rescatarla.
Ella se paró de golpe. Mirándo cómo los jóvenes salían disparatados para todos lados. Corriendo y gritando. Vió que una gran masa de pared se balanceaba, amenazándo con caer encima de los que aún quedaban dentro.
Se acercó a esta y trataba en lo posible mantenerla derecha. Al menos, hasta que todos pudieran salir. El aire caliente que salía del salón le quemaba un poco la piel. Pero debía concentarse en lo suyo: en mantener la pared.
Aunque fuese muy pesada, la podía sostener con los ojos. Se le nublaba la vista. 
Peter miraba entre confundido y asombrado
–¿Qué carajo estás haciendo? –preguntó.

¡Hola!
¡Perdón por todo! Por la tardanza, los errores y el capitulo corto. Estuve deprimida toda la semana, empecé el colegio y ahora tengo nuevos compañeros, pero hay un grupito -nuevo- que me molestan y me dicen cosas muy hirientes. Igual ya hablé pero no me puedo quitar de la cabeza el ''gorda, enana, fea'' etc. Las chicas seguramente sabrán que no nos gusta que nos digan esas cosas. Y lo peor de todo es que, para mí, no soy nada de eso. Osea soy flaca, un poco petisita nomás pero ¡Tampoco para tanto! Enfín. Espero que no todo el año sea así.

¡Dejen sus beios comentarios, que tanto me gustan!

Juli. (@esposmysmile)

lunes, 16 de marzo de 2015

En Casa II

¡Holaa! Capítulo dedicado a las nuevas lectoras, ante que nada, ¡Bienvenidas! También a Mimii y Mariana Laliter que siempre comentan y son unas grosas, ¡Un besotototote!

En Casa II

 –Bien. Aquella es mi cama –señaló Paula una cama al lado de la ventana–. Las otras están desocupadas, pueden ir dónde quieran. Paz me dijo que iban a llegar, así que acomodé un poco la habitación. Creánme que cómo estaba sola había acomodado todo a mi gusto y esto era un quilombo –rieron.
Lali tomó una cama flotante y dejó su mochila ahí. Cande se acomodó en la otra de abajo que estaba desocupada. 
–Bien, ahora... ¿Qué se hace? –preguntó Lali curiosa a Paula.
–Y... No sé, depende lo que vos elijas, tenés muchas clases lindas para ir: Taller, música, literatura, matemática y contaduría, ciencia, pensamiento lateral, etcétera –hizo una pausa–. Sí o sí tenés que inscribirte a siete clases, es el mínimo. Después si querés ir a más no tienen problema. Pero siete es el mínimo.
–Dale, gracias.
Paz entró y miró con alegría a Lali y a Cande.
–Veo que ya conocieron a Pauli –rió–. Mariana y Can, hoy tienen el día libre. Van a poder recorrer el colegio y mirar las clases, para poder presenciar que se hace en cada una y así poder inscribirse en la que más les guste.
–Gracias Paz –dijo Cande y Paz salió.
–Che, ¿Así se usa en uniforme, verdad? –preguntó Lali saltando de la cama.
–Sí –dijo Paula mientras miraba cada detalle.
–Vamos a recorrer Lali –dijo Cande y esta la siguió– ¿Venís? –le preguntó a Paula.
–No. Tengo una clase en diez –respondió.
–Bueno, nos vemos.
Ambas jóvenes salieron a recorrer el Mandalay.
–¿Y bien? –empezó Lali– ¿Porqué estás aquí?
–Mi familia me abandonó cuando era chiquita en un bosque de Misiones. Una señora llamada Silvia me adoptó, pero a mis siete ella falleció –contaba Cande–. Su sobrino me maltrataba. Así que trabajando como mucama de un hotel...
–¿Trabajaste a los siete? –interrumpió Lali poniéndose ambas manos en los bolsillos.
–Sí, pero me pagaban doscientos por día así que en una semana pude renunciar. Tomé un colectivo hacía Buenos Aires. Era muy pequeña. Estuve en un hogar de menores durante nueve años. Por alguna razón me dejaron ir antes de ser mayor de edad. Ahora tengo diecisiete. Encontré esta escuela y bueno, el resto ya lo sabés –sonrió– ¿Vos?
–Amm... –comenzó Lali– A mí mi papá me tuvo encerrada desde que nací hasta que me pude escapar hace una semana y un par de días –contó evitando algunas partes.
–¿Así de simple?
–Sí.
–¿Y tu mamá?
Oh rayos pensó Lali. Ella no tenía mamá. Era como un experimento.
No estuvo en la panza de nadie durante nueve meses. Los cientificos la habían creado y a eso se debían los poderes.
Se encogió de hombros ante la pregunta de Cande.
–¿Te molesta si seguís sola? Quiero ver que tal el taller de Literatura –dijo Cande mirando hacía la puerta del salón, dónde varios alumnos iban acomodándose en los bancos.
–No, voy a seguir viendo. Este colegio es muy lindo y colorido.
Cande se despidió de Lali y se quedó mirando la clase.
Ella siguió caminando, pasando por varios salones. Ninguno le parecía interesante. Hasta que llegó al final del pasillo y se encontró con el aula de Arte y Fotografía. Sonrió. Parecía muy buena. Se asomó un poco más a la puerta. La profesora de dicha materia la soludó con la mano y siguió con la clase.
Al terminar, Lali ya sabía lo que iba a hacer. Sin duda esa clase era la mejor.
Después las demás eran aburridísimas, así que iba a escoger al azar a ver con qué se encontraba. Se acercaba a administración, cuando vió un acto que rápidamente despertó su furia.
Tres chicos bien altos parecían burlarse de Cande. Ella estaba con la cabeza gacha. Otra jóven rubia salió de una de las aulas y se abazó al otro rubio. Los cuatro reían de ella. Lo que hizo a Lali enfadarse más y correr a la acción.
–¿Qué te pasa, estúpido? –le dijo al chinito que parecía tener toda la facha.
–Uy, esta es otra nuevita –rió el castaño de ojos verdes y un hermoso lunar en la mejilla. Lo cual atrajo a Lali desde el primer momento que lo vió a los ojos–. Encima una petisa de cuarta –la rubia rió.
–Uh estas re gorda, amiga –le dijo a Cande.
Eso último fué lo que impulsó a Lali. Sabía exactamente lo que debía hacer. Miró hacía los alrededores buscando algo con que darle a los chetos.
–¿Qué tanto mirás? Que, ¿Cuando vivías en la calle no había de estas cosas? No vas a robar, eh –rió el rubio.
–Yo no vivo en la calle, idiota –sonrió satisfecha al encontrar lo que ella buscaba–. Che, a ver –dijo tratando de ponerlos en fila.
–No me toques, sucia –exclamó la rubia y el chinito cachetón rió
–¿Por qué nos querés poner en fila? –preguntó el del lunarzote.
–Ustedes ponganse –dijo Lali. Hizo presión en sus ojos lo que hizo que una ráfaga de viento los empujara, poniéndolos, así, en fila.
–¡Cuidado! –exclamó Lali y estalló en risas cuando cuatro masetas, llenas de tierra, caían arriba de las cabezas de cada uno. Cande ahogó una risa, al igual que Lali.
–Es la última vez que se meten con mi amiga, ¿Me escucharon? –preguntó satisfecha. Tomó a Can del brazo y la guió hacía su habitación.
*
–Gracias, La –dijo Cande al cerrar la puerta.
–No es nada, somos amigas, ¿no? –sonrió y le extendió la mano.
–Obvio –estrechándola–. Che, ¿Te puedo hacer una pregunta?
–Claro
–¿De verdad estoy gorda? –preguntó y sus ojos se llenaron de lágrimas.
–No. Sos hermosa. No te dejes llevar por lo que dice un cheto. 
–Gracias.
Lali se bajó de la cama para mirar más de cerca el papel con las reglas de la institución. Pegado en la puerta.
–Hoy hay una... ¿Fiesta? –murmuró confundida.
–¿Qué?
–Can, ¿Qué es una fiesta? –preguntó totalmente avergonzada, pasando su mano por su nuca.
–¿No sabés lo que es una fiesta? –dijo sorprendida
 –No.
–Una fiesta es... un salón o lugar cerrado... –intentó explicar–. Donde pasan música y los chicos bailamos... y hay luces de todos colores y bebidas.
–Suena interesante, ¿Vamos? Por favor, quiero conocer una fiesta –dijo entusiasmada.
–Entonces, vamos –dijo tomándola del brazo llevándola hacía la puerta–. Hay que comprar ropa.
Fueron hasta el local dentro del campus. Se quedaron varios minutos mirando la vidriera hasta que, por fin, entraron.
*
–Estas... hermosa –dijo Cande al ver a su amiga salir del probador.
Lali llevaba una remera negra que decía ''Loca linda'', un short de jean desteñido y unas zapatillas de cuerina, tambien negras.
Se decidió llevar esa ropa y esperó a que salga Cande. Que a la vez también quería comprarse ropa.
Pagaron y se fueron, emocionadas. Cande había estado en varias fiestas, pero sin duda solo el uno por ciento habían estado geniales.
*
La noche se había hecho presente. Paula había entrado a dejar sus cosas y partió hacía el baño a darse una ducha. Cande se había terminado de maquillarse un poco cuando Lali salió. Totalmente hermosa con la ropa que se había comprado. Su cabello un poco acelerado y nada de maquillaje.
–A ver... Vení, sentate –dijo Cande acercándole una silla.
Comenzó a desenredarle el pelo, aunque no fué tan dificil. Le planchó un poco el flequillo.
–Ay –se quejó Lali– ¡Me vas a quemar el pelo con esa cosa caliente! ¡Me llega a pasar algo y te corto la mano con una motosierra!
–¡Es una plancha para el pelo, no te hace daño, sólo lo arregla un poco! –gritó Cande divertida ante las expresiones de Lali– Y ahora... El maquillaje.
Otro problema. Los pelitos del pincel para una base hacían cosquillas en la cara de Lali. Provocando que esta riera ante cualquier cosa. Se asustaba cuando el objeto rozaba sus ojos o sus labios.
Paula había entrado hablando animadamente con una morochita cachetona.
–Dale Pau, se nos va a hacer tarde –se quejó–. Vamos, te cambiás en mi habitación. Ah, hola –dijo mirándo a Lali y Cande.
–Hola, ¿Vos también sos nueva, no? –preguntó Lali curiosa–. Te ví en el cursillo.
–Sí, soy Esperanza. Un gusto. –sonrió– ¡DALE PAULA!
–¡YA VOY! –gritaba esta desde el baño– ¿Dónde carajo dejé mi collar?
–Acá hay uno –dijo Lalii divisando la cadenita de oro sobre uno de los escritorios– ¿Es este?
–Ay, gracias. Nos vemos –dijo tomándo el objeto y saliendo con Esp.
–Me cae bien –dijo Lali.
–A mi igual. Lá, ya estás –dijo acercándole un espejo.
Se miró y no lo podía creer, ¿Esa era ella? No. Wow. Sí, era ella. Se cubrió la boca con una mano.
Ahora sí. Ya estaban listas para una fiesta. En su nueva casa.

sábado, 14 de marzo de 2015

En Casa I

Junio, 2010
Lali abrió sus ojos exactamente a las tres de la mañana. Hoy era el día. Hoy...
Se quitó la frazada y buscó en el placard la ropa que ella ya había ordenado para salir. Era lo más decente que tenía, ya que nunca salía de casa. Nunca tocó el cesped, ni cruzó la calle, nada.
Se colocó esa jean ajustado, unas zapatillas comunes color negras y arriba una remera un poco desteñida con una campera rosada. Tomó la enorme mochila que encontró, urgando, entre las cosas de su padre y que hacía varios días venía llenando con cosas que creía que iban a ser útiles en su camino a la adolescencia.
–Bien, puedes lograrlo –se dijo a sí misma mientras se miraba en el espejo. Ya no era más la pequeña de nueve años indefensa, incrédula e inocente. Ya era una jóven de dieciséis años en busca de la felicidad.
Metió por último una foto de ella abrazada a su mejor amiga, Eugenia.
–Cómo te extraño, amiguita... –susurró pasando su dedo índice por la figura de Euge en la foto– Todo esto lo hago por vos, sabelo –sonrió.
Abrió suvemente la puerta de su habitación. De leeejos se escuchaban los ronquidos de Carlos. Indefensamente dormido.
Colocó su mochila en los hombros. Cerró la puerta y se concentró. Si algo que le puede servir para escaparse eran sus poderes, sí. Forzó la mente y la cerradura de su ventana cedió. Ya que Carlos le pasaba una tarjeta para que esta abriera y sólo el podía abrirla. Todo para que Lali no pudiera escapar. Pero había sido tan ingenuo de olvidarse de los clásicos poderes de su hija: Romper cosas, mover cosas, leer los pensamientos...
Se acercó a esta y sintió el suave rocío que caía a esas horas de la madrugada. 
Ahora se venía lo peor: ¿Cómo haría para bajar desde el balcón? Si se tiraba, se moría. Y para colmo, sus poderes no funcionan contra ella. Sino haría el clásico moviento y bajaría como volando. O al menos, bajaría la intensidad del golpe, para no caer tan duro.
Pero si ella no podía bajar volando... Podría hacer que algo volara y la llevara encima, ¡Claro!
Buscó en su habitación algo que la ayude. Bingo: La silla del escritorio.
Pujó de ella hasta alcanzarla al balcón y, con mucha fuerza, la levantó en el aire. Esto la hacía marearse, la silla era demasiado pesada para su cabeza. Pero debía hacerlo, por su libertad.
Como pudo, se subió a esta. Pero al hacerlo hizo dos metros suaves y los otros cinco tan rápido que se terminó golpeando contra el suelo y haciendo un lío tremendo. Lo que hizo despertar a Carlos.
–Mierda –susurró por lo bajo y comenzó a correr. El mareado le hacía la vida imposible pero debía hacerlo. Cómo sea.
Hizo cuatro cuadras a puro trote. La calle estaba completamente vacía. Perdió de vista todo. Pero creía que Carlos ya se había dado cuenta y la estaría buscando, no debía detenerse ahora.
–Uff –suspiró cansada. Estaba parada en medio de una plaza– Lo hice... –susurró y sonrió victoriosa para ella misma– ¡Soy libre!
Se quitó la mochila y se tiró en el húmedo pasto. Sintiendo su aroma. El viento hacía que le den escalofríos: Se hubiese abrigado más. 
Luego de tres horas caminando sin rumbo, ya eran las seis y media de la mañana. Ya podía ver autos, gente caminando, chicos uniformados para el colegio, gente, mucha mucha gente.
Debía buscar un empleo que la ayude a sobrevivir en este nuevo mundo. Sabía que a los dieciséis años debía estar en la escuela. Revisó en su mochila la plata que había podido ''robar'' de su casa. En total eran dos mil quinientos pesos. Era mucho y a la vez poco: Tenía que comprar útiles, si quería comenzar el colegio. La renta de un apartamento, donde pueda vivir. La cuota de luz, agua, gas de este. La comida. La ropa. ¡Qué embole!
Un cartel llamó su atención, estaban abiertas las clases para conseguir una beca. El edificio era una gran construcción color beige y en la entrada había un gran cartel redondo que decía ''Colegio Mandalay''. Miró los uniformes de los jóvenes que entraban en aquel lugar: era una especie de chomba abierta con botones más una pollera, por parte de las chicas, y un pantalon blanco para los varones. Le pareció un asco pero si quería, al menos, librarse de la cuota mensual del colegio debía ponerselo.
–Buenas –le dijo amablemente a la señora que estaba en administración–. Vengo por una beca.
–Llene este formulario allá –señaló una sala dónde había varias mesas para poder anotar– Y luego venga. 
–Gracias –se dirirgió a tal lugar.

–A ver... –dijo golpeando suavemente con el lápiz sus mejillas– ¿Nombre? Lal... Digo, Mariana Espósito. ¿Edad? Dieciséis años. ¿Por qué cree usted que debería tener esa beca? Por que si. Ah pará, no puedo poner eso –decía tachando lo que puso. Se quedó un momento pensativa– Tengo bajo nivel de economía. Quiero y necesito estudiar. ¿Cómo es su promedio, del 1 al 10 en las calificaciones? No fuí a ningún colegio antes. Solo sé leer y escribir. Pero si ganaría la beca prometo estar al día con las calificaciones. De verdad quiero el puesto. ¿Número por el cual podamos contactarnos con usted? ¿Qué clase de pregunta es esta?
Lali nunca presenció un celular, un telefono o vías de internet. No iba a contestar algo que precisamente no sabía.
–Listo. Ah, la última no la pude contestar. No sé de lo que me hablaba –le dijo avergonzada a la recepcionista.
–No pasa nada –le sonrió– No es el primer caso de gente que no sabe que es un celular. Además, era opcional. 
–Ah, está bien. ¿Y cuando debo venir para saber si tengo la beca o no? –preguntó.
–Pasado mañana cierran las inscripciones con beca. El miércoles de la semana que viene a las seis y media van a tener los resultados. Tenés que venir si o si. 
–Bueno –sonrió– Gracias por todo –se estaba por ir, cuando se dió media vuelta y vió un gran pasillo de donde salían y entraban varíos alumnos. Volvió a la recepcionista–. Disculpe, otra vez –rió–. Pero, ¿Qué es eso?
 –El Mandalay no sólo es un colegio. Acá viven varios alumnos que sus padres dejaron ya que no podían mantenerlos, o que tienen un largo trayecto desde su hogar hasta acá. Entonces viven acá, estudian acá, comen acá. Lo único malo es que comparten habitaciones –se encogió de hombros–. Pero a ellos no parece importanles.
–Ahh... ¿Y cómo se consigue? 
–Si obtenés una beca, te saldría ciento cincuenta pesos mensuales. Si no, quinientos.
A Lali le pareció buenísima oferta. Esta era como una residencia: Comida, clases, habitaciones, gente...
–Anotame también para eso –sonrió.
–Buenísimo entonces, ¿Vos eras Mariana, no? –dudó y Lali asintió– Bueno, ya estás. Si tenés alguna duda o algo acercate hasta acá. Si no estoy, búscame por el nombre de Paz. Siempre estoy en el colegio, pero sólo este día en recepción.
–Entendido. Paz. –rieron– Nos vemos.
–Hasta luego.
Salio muy -demasiado- contenta: si ganaba esa beca podria estudiar en el gran Colegio Mandalay, de paso alquila una habitacion y ya tiene donde dormir, y de paso tiene un comedor y una cafeteria donde comer, y de paso tiene actividades fisicas, y de paso, nuevos amigos, nueva gente. Sonrio.
De todas formas ahora debia buscar un lugar para alojarse en esos dias de espera. Habia que ponerse en marcha.
Iba caminando por la plaza, cuando vio un auto color rojo recorriendo las calles. Lo reconocio y rapidamente se fue a ocultar en unos arbustos. El coche estaciono y el hombre que bajo no era nada mas y nada menos que Carlos, buscandola.
–Disculpe, ¿No ha visto a una joven, morocha, petisita y sola caminando por estos lugares? –logro oir desde su escondite.
–La verdad que no –le contesto el hombre al cual le habia preguntado.
–Gracias de todas formas –dijo.
Estuvo unos minutos recorriendo aquella plaza, Lali no salia por miedo a que la encuentre: si lo hacia, se iba a comer una penitencia que ni ella se podia imaginar.
Ni bien Carlos subio a su coche y se fue -alfin- La pudo salir de su escondite y adentrarse en un edificio.
–Hola, ¿Cuanto cuesta un alojamiento de siete dias? –le pregunto al recepcionista. 
Se habia metido en un hotel dos estrellas que, como no estan en epoca de vacaciones, se encontraba casi vacio. 
El hombre tecleo un tanto en su computadora y luego volvio su vista a la joven de ojos marrones.
–Serian mil setecientos –contesto.
–Bien. Quiero una habitacion entonces –le dijo pasandole el dinero justo. El hombre miro hacia atras para recoger una llave del dormitorio y se la ancanzo.
–Habitacion quince, tercer piso. Podes usar el elevador esclusivo para clientes.
–Bueno, gracias –sonrio y camino hacia el ascensor. Entro y presiono el numero tres, para que la dejara en aquel piso.
Al abrirse la puerta logro encontrarse con un pasillo cuadrado, del cual salian varias habitaciones.
–A ver... –dijo revisando su llave– Habitacion doce... trece... catorce... quince. –se detuvo frente a una puerta de algarrobo que llevaba las siglas ''XV'' en plata pegadas a esta– Aqui estas –coloco la llave y le dio dos vueltas a esta.
La habitacion estaba pintada de un verde agua. Un gran ventanal que daba vista a la plaza y una puerta aparte: donde se encontraba el baño privado. Habia una cama de dos plazas de madera y en la punta de esta estaban bien acomodadas dos toallas -una de mano y otra de cuerpo entero- mas un pequeño jabon de olor a jazmines. Enfrente de la cama habia un mueble con cajones -vacios- para poder guardar su ropa alli y en la parte superior habia un televisor plasma, mas el control remoto para utilizarlo. El resto eran todos adornos, dentro de los cuales entraba un jarron ubicado en la punta del area y famosos cuadros en las paredes.
 La semana paso completisimamente aburrida. Temia a salir afuera por que el auto de Carlos podria estar afuera. No usaba y tampoco necesitaba los poderes. Solo los usaba para mover la palanca para que la luz de la habitacion se prendiera y se apagara. Nada mas.

Hoy era el dia. Se levanto de buen humor, por lo menos hasta ahora, se puso una remera lisa color rosa, un short de jean, zapatillas y en su espalda, su delicada mochila con objetos personales.
A esa hora no parecia haber mucha gente en la calle, tan solo unos cuantos autos y los jovenes que ingresaban a esta hora al Colegio Mandalay: donde proximamente iria ella, al menos eso creia.
Una vez que ingreso estaba Paz, la cual le indico que se acercara a la planilla que estaba en el pasillo. Llego hasta ahi, tomo aire y busco la categoria de becas.
–Malena Cabrera, Agustina Ross, Thiago Bedoya Aguero, Candela Vetrano, Nicolas Ramirez, Noah Garcia Iturbe... Mariana Esposito –sonrio. Si, habia obtenido una beca.
Ahora venia el alojamiento, era igual o mas importante que la beca.
–Candela Vetrano, Nicolas Ramirez, Esperanza Bauer, Mariana Esposito –murmuro con exceso de felicidad, tambien habia conseguido ese lugar. Se acerco a administracion, donde la esperaba Paz con una alegre sonrisa.
–Bienvenida al Colegio Mandalay –rio– Esta tarde a las tres hay un tour por el colegio. Te van a mostrar donde conseguir la ropa, ¿Que talle tenes? –pregunto entusiasmada. Habia conocida a Lali hace una semana y le caia genial, parecia una espectacular chica.
–Si no me equivoco, dieciseis de chicos –ambas rieron ante el chiste.
Pero era cierto, Lali tenia un metro cincuenta. Pies pequeños, mayormente con plataformas para disimular lo pequeña. Ademas, tenia un muy pero delicado cuerpo, bien formado.
Se despidio de Paz emocionada por el nuevo lugar y alli estaba nuevamente el auto de su secuestrador.
¿Como sabe donde estoy? Se pregunto asi misma mientras se agachaba. Ya que Carlos miraba cada detalle del parque.
Era como si la presentia.
Una vez que se distrajo, Lali corrio lo mas rapido que pudo hasta entrar en el hotel donde habia estado toda esta semana
 *
–Este es el uniforme –le dijo la guia extendiendole a cada uno de esa pequeña clase un distinto color de uniforme– Es depende su talle, los mas pequeños llevan anaranjado –Lali miro su remera, rio de ella misma por ser tan chiquita– Los mas medianos van a llevar verde y los demas, celestes. Vayan a aquellos cambiadores –dijo señalando– y vistanse... ¡Bien Mandalayo! –grito por ultimo.
Lali se metio en un probador y ahi empezo a quitarse su desgastada ropa para ponerse esa tan ridicula, pero a la vez linda y comoda ropa del colegio.
Al lado se escuchaba una chica de voz suave y fina, al parecer parecia quejarse porque no le entraba la pollera. Ahogo una risa y salio del ''camarin''. Al rato, pudo divisar a la que parecia haber peleando con su uniforme. Era una flaquita, morocha, color cafes. Tenia una mediana estatura y unos suaves rizos formados en su cabello, que le llegaba hasta un poco mas abajo de los hombros. Ella la miro inocente y se acerco.
–Hola –dijo– Me llamo Candela, ¿Y vos?
–Mariana –le sonrio– Pero podes decirme Lali.
–Bien, Lali.
El grito de la guia las quito de sus miradas complices y compañeras. Lali sintio el pensamiento de Cande.
–Yo tambien creo que seras una gran amiga –murmuro. Audible aunque Can no la haya escuchado.
–Ahora –explicaba la guia– Van a ir a conocer sus habitaciones. A ver... –saco una lista– Antes quiero aclarar que las habitaciones son de cuatro personas. Chicas por un lado, chicos por otro. Ahora si: Bauer Esperanza, Ross Agustina y Cabrera Malena. Tienen la habitacion veintidos –sonrio–. Es por este pasillo hasta lo ultimo y luego doblan a la izquierda. Van a tener de compañera a Rocio Igarzabal, que ha llegado hace unos dias y permanece sola en la habitacion, hasta ahora –hizo espacio para que las dichas chicas fueran cargando sus valijas hasta la habitacion–. Bien... Seguimos: Esposito Mariana y Vetrano Candela, ustedes tienen el cuarto diez, que es este –retrocedio dos pasos y señalo la puerta indicada–. Paula Reca es su compañera. Tambien esta sola.
Luego siguio nombrando a los demas. Cosa que tanto a Lali como a Cande no les importaban. Se acercaron y tocaron dicha puerta. Escucharon un ''Pase'' de adentro. Entraron y era una habitacion pintada de verde. Tenia dos camas en la pared y abajo de estas habian escritorios. Las otras dos estaban comunmente encontra de la pared. El resto eran dibujos y cuadriculas donde habia una etiqueta vacia, suponieron que era para anotar el nombre de la dueña del ''placard''. Arriba de una de las camas flotantes habia una chica algo cachetona, con el cabello rojizo y una gran sonrisa.
–Bienvenidas. Soy Paula, sere su compañera de habitacion –sonrio y tanto Lali como Cande le devolvieron el gesto.
–Soy Mariana. Pero llamame Lali. Ella es Candela –dijo señalandola.
Lali se sentia en casa. Por primera vez en toda su vida.
Por este capitulos no hay acentos. Mi hermanito tiro jugo arriba de unas cuantas teclas y ahora no andan [Ya lo maté, ahre] 
No sé que le pasa a Blogger no me deja poner todo juntos así que estan todos los dialogos y parrafos separado. Pero igual se entiende asi que(?
Estaba viendo y el nivel de comentarios bajó MUCHÍSIMO. Se fué de 6-7 a 2-3, y lo peor es que yo veo las visitas en cada capítulo y siempre es lo mismo, osea que no comentan. Si no les gusta la trama me lo dicen y trato en lo posible de hacerla más entretenida para no aburrirlas. O sino voy a subir capítulo cuando me sienta satisfecha con que a ustedes les esté gustando esto. Nosé. Hoy subo este para cumplir, ya que hay chicas que si están presentes y los agradezco millones. Tengo otro capítulo hecho, depende de ustedes si lo subo, o no.
Juli. (@esposmysmile)

jueves, 12 de marzo de 2015

Powers - Prólogo

Enero, 2003.
–¡Es que no lo entiendo, Euge! –gritaba Lali dentro de su habitación. Tirando mágicamente todo al suelo– ¿Porque no me deja salir? –preguntó arrodillándose en el suelo, tomando con ambas manos sus cabellos, bien morochos– Si ya lo tengo controlados.
–No lo sé, La. Tal vez por seguridad –inquirió al ver a su amiga de nueve años totalmente destruida.
–¡No! –miro fijamente un oso de peluche que estaba colocado frente la repisa. Frunció el ceño y lo tiro al piso– Y no, Euge. No voy a quedarme de brazos cruzados –dijo al poder escuchar el pensamiento de su mejor amiga– ¿Sabes lo que se siente? No, nadie siente lo que siento yo. Nadie me comprende. Nadie me pregunta como estoy. Nadie nada. Es ir desde los cinco años a una clase patética donde me enseñen a manejar mis poderes. Aunque ya los tenga dominados. Es estar todo el puto día encerrada acá. Es ver como pasan grupos de chicos jugando, riendo y divirtiéndose desde mi ventana. Es... ¡AGH! ¡ME DA ASCO ESTA VIDA! 
El grito fue tal para hacer que el padre de Lali y el de Euge que estaban tomando un café en la cocina se levantaran y entraran a la gran habitación.
–¿Qué pasa acá? -preguntó Carlos, el padre de Lali.
–Eu, vamos a casa. Tenemos que empacar –dijo el papa de Euge.
–¿Empacar? ¿Para que? –la cara de Euge lo decía todo–. No me digas que otra vez por trabajo, papa. Siempre lo mismo –gruñó.
–Oh, no. Esta vez no. Nos vamos a la Patagónia –dijo sonriente. Como si la idea lo tuviera encantado– Y como sos menor de edad, te venís con la familia.
–No quiero –negó Euge con los ojos llenos de lágrimas–. Me quiero quedar acá, con mi amiga. 
–Lo lamento hija. La decisión esta tomada. Despedite de ella y... y... –abrió los ojos como platos al sentir una fuerte brisa.
La ventana estaba cerrada y parecía que alguien lo estuviera empujando. Y si, era Lali la que provocaba esto. Una vez ambos padres fuera de la habitación, mágicamente cerro la puerta de un gran golpazo y, como si fuera poco, le dio una vuelta de llave.
–No quiero que te vayas –decía la voz entrecortada de Lali a punto de estallar–. Sos mi única amiga, Eu –corrió hacia ella y la abrazó muy fuerte.
–Quisiera quedarme –la castaña comenzó a llorar, acariciándole el cabello a Lali–. Pero no puedo hacer nada. Te prometo que voy a volver. –se soltó del abrazo– Siempre serás mi amiga, vendré a visitarte –le sonrió y se acerco a la puerta. Pero al ver la cara de La toda empapada en lagrimas corrió nuevamente a abrazarla– No llores, no me gusta verte así –estiro el dedo meñique– ¿Amigas para siempre?
Lali dudó dos segundos, luego hizo el mismo gesto con su mano y ambos dedos se entrelazaron.
–Amigas para siempre –sonrió.
Euge se acerco a la puerta. Y volvio a mirar hacia atras.
–La, ¿Que nos volvamos a ver? 
–Que nos volvamos a ver.
Ahora si, pegó media vuelta y comenzó a bajar a pasos firmes la escalera. Donde su papa la estaba esperando.
–¿Lista? 
–Sí –dijo de mala gana y salió sin siquiera saludar. 
–Bueno, nos vemos Carlos. Suerte en tu vida y en la de tu hija –estrecharon sus manos.
–Igualmente –le sonrió Carlos.
Lali se asomó a la ventana. Vió como el coche de Euge, su mejor amiga, iba desapareciendo, poco a poco, hasta doblar la esquina. Una lágrima cayó nuevamente por su mejilla. Ella era la única que la entendía, la que la consolaba, con la que compartía secretos. Y todo se había ido a la mierda en menos de quince minutos.
Una enorme tormenta se formo en el cielo. Siempre ocurría cada vez que ella estaba triste, enojada o con bronca.
Se tiró a la cama a mirar fotos con Eugenia. Cuando ambos padres las sostenían, ya que eran bebes, recién nacidas. Cuando hicieron ese viaje a las Cataratas del Iguazú, ambas tenían cinco años y en todas las imágenes aparecían con la mano sujetada una de otra. Miró una ultima, había pasado hace unos días atrás, en el cumpleaños numero nueve de Lali. Se las veía a ellas dos soplando la vela, ya que Lali la había invitado a hacerlo con ella. 
–Mejor que se halla ido –dijo Carlos al entrar, sin tocar, en su habitación–. Podrías haberla lastimado.
–Sabes muy bien que yo tengo mis poderes dominados –le dijo mirando hacia otro lado.
–Bajándome el tono, nenita. Yo veo como los manejas, y no sabes hacerlo.
Lali posó sus ojos sobre un tarro de pintura color celeste que había en una punta de la habitación. Estaba abierto, ya que la casa estaba en remodelacion. 
–Ah, ¿no? –lo desafió. Carlos negó– Mira arriba, entonces.
Su padre apunto sus ojos a la enorme lata, que a poco se dio dando vuelta hasta dejar que toda la pintura cayera sobre su pelada cabeza.
–¡Pendeja de mierda! –gritó– ¡Como no me toco una hija normal! –gruño mientras se sacudía, intentando quitarse la mayoría de la pintura que había sobre su cuerpo.
Con estas ultimas palabras, salio. Dejando a Lali con una enorme sonrisa victoriosa.

Quédate tranquilo. Cuando menos te descuides, yo escapare de aquí. Pensó en voz alta. El día, en el que sea libre.

Bueno, era imposible aguantar una semana jajajajja bue. 
Acá comienza un nuevo inicio y uan gran historia por descubrir. Espero que les guste.

Juli. (@esposmysmile)

PD: ¿Les gustó el blog? a