jueves, 12 de marzo de 2015

Powers - Prólogo

Enero, 2003.
–¡Es que no lo entiendo, Euge! –gritaba Lali dentro de su habitación. Tirando mágicamente todo al suelo– ¿Porque no me deja salir? –preguntó arrodillándose en el suelo, tomando con ambas manos sus cabellos, bien morochos– Si ya lo tengo controlados.
–No lo sé, La. Tal vez por seguridad –inquirió al ver a su amiga de nueve años totalmente destruida.
–¡No! –miro fijamente un oso de peluche que estaba colocado frente la repisa. Frunció el ceño y lo tiro al piso– Y no, Euge. No voy a quedarme de brazos cruzados –dijo al poder escuchar el pensamiento de su mejor amiga– ¿Sabes lo que se siente? No, nadie siente lo que siento yo. Nadie me comprende. Nadie me pregunta como estoy. Nadie nada. Es ir desde los cinco años a una clase patética donde me enseñen a manejar mis poderes. Aunque ya los tenga dominados. Es estar todo el puto día encerrada acá. Es ver como pasan grupos de chicos jugando, riendo y divirtiéndose desde mi ventana. Es... ¡AGH! ¡ME DA ASCO ESTA VIDA! 
El grito fue tal para hacer que el padre de Lali y el de Euge que estaban tomando un café en la cocina se levantaran y entraran a la gran habitación.
–¿Qué pasa acá? -preguntó Carlos, el padre de Lali.
–Eu, vamos a casa. Tenemos que empacar –dijo el papa de Euge.
–¿Empacar? ¿Para que? –la cara de Euge lo decía todo–. No me digas que otra vez por trabajo, papa. Siempre lo mismo –gruñó.
–Oh, no. Esta vez no. Nos vamos a la Patagónia –dijo sonriente. Como si la idea lo tuviera encantado– Y como sos menor de edad, te venís con la familia.
–No quiero –negó Euge con los ojos llenos de lágrimas–. Me quiero quedar acá, con mi amiga. 
–Lo lamento hija. La decisión esta tomada. Despedite de ella y... y... –abrió los ojos como platos al sentir una fuerte brisa.
La ventana estaba cerrada y parecía que alguien lo estuviera empujando. Y si, era Lali la que provocaba esto. Una vez ambos padres fuera de la habitación, mágicamente cerro la puerta de un gran golpazo y, como si fuera poco, le dio una vuelta de llave.
–No quiero que te vayas –decía la voz entrecortada de Lali a punto de estallar–. Sos mi única amiga, Eu –corrió hacia ella y la abrazó muy fuerte.
–Quisiera quedarme –la castaña comenzó a llorar, acariciándole el cabello a Lali–. Pero no puedo hacer nada. Te prometo que voy a volver. –se soltó del abrazo– Siempre serás mi amiga, vendré a visitarte –le sonrió y se acerco a la puerta. Pero al ver la cara de La toda empapada en lagrimas corrió nuevamente a abrazarla– No llores, no me gusta verte así –estiro el dedo meñique– ¿Amigas para siempre?
Lali dudó dos segundos, luego hizo el mismo gesto con su mano y ambos dedos se entrelazaron.
–Amigas para siempre –sonrió.
Euge se acerco a la puerta. Y volvio a mirar hacia atras.
–La, ¿Que nos volvamos a ver? 
–Que nos volvamos a ver.
Ahora si, pegó media vuelta y comenzó a bajar a pasos firmes la escalera. Donde su papa la estaba esperando.
–¿Lista? 
–Sí –dijo de mala gana y salió sin siquiera saludar. 
–Bueno, nos vemos Carlos. Suerte en tu vida y en la de tu hija –estrecharon sus manos.
–Igualmente –le sonrió Carlos.
Lali se asomó a la ventana. Vió como el coche de Euge, su mejor amiga, iba desapareciendo, poco a poco, hasta doblar la esquina. Una lágrima cayó nuevamente por su mejilla. Ella era la única que la entendía, la que la consolaba, con la que compartía secretos. Y todo se había ido a la mierda en menos de quince minutos.
Una enorme tormenta se formo en el cielo. Siempre ocurría cada vez que ella estaba triste, enojada o con bronca.
Se tiró a la cama a mirar fotos con Eugenia. Cuando ambos padres las sostenían, ya que eran bebes, recién nacidas. Cuando hicieron ese viaje a las Cataratas del Iguazú, ambas tenían cinco años y en todas las imágenes aparecían con la mano sujetada una de otra. Miró una ultima, había pasado hace unos días atrás, en el cumpleaños numero nueve de Lali. Se las veía a ellas dos soplando la vela, ya que Lali la había invitado a hacerlo con ella. 
–Mejor que se halla ido –dijo Carlos al entrar, sin tocar, en su habitación–. Podrías haberla lastimado.
–Sabes muy bien que yo tengo mis poderes dominados –le dijo mirando hacia otro lado.
–Bajándome el tono, nenita. Yo veo como los manejas, y no sabes hacerlo.
Lali posó sus ojos sobre un tarro de pintura color celeste que había en una punta de la habitación. Estaba abierto, ya que la casa estaba en remodelacion. 
–Ah, ¿no? –lo desafió. Carlos negó– Mira arriba, entonces.
Su padre apunto sus ojos a la enorme lata, que a poco se dio dando vuelta hasta dejar que toda la pintura cayera sobre su pelada cabeza.
–¡Pendeja de mierda! –gritó– ¡Como no me toco una hija normal! –gruño mientras se sacudía, intentando quitarse la mayoría de la pintura que había sobre su cuerpo.
Con estas ultimas palabras, salio. Dejando a Lali con una enorme sonrisa victoriosa.

Quédate tranquilo. Cuando menos te descuides, yo escapare de aquí. Pensó en voz alta. El día, en el que sea libre.

Bueno, era imposible aguantar una semana jajajajja bue. 
Acá comienza un nuevo inicio y uan gran historia por descubrir. Espero que les guste.

Juli. (@esposmysmile)

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2 comentarios:

  1. Ohhh cm me encantan tus novelas, me encanto y espero el cap

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  2. aaaa segui quiero mas, me encano, queria leer lo ya, aca esta, sube maaaas.

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