martes, 21 de julio de 2015

Capitulo 23

A Lali no se le ocurrió otra cosa que salir, llorando. Corrió hasta la salida del bosque, donde se encontró con Eugenia que, al terminar su trabajo, volvía alegremente al Mandalay. Al verla de esa manera la rubia se alteró:
– ¿Qué pasó allá, no le gustó? –preguntó con un toque de bronca. Si su amiga lloraba de esa manera, era porque el imbecil de Peter la había dañado.
–Sí que le gustó, pero no mi sorpresa. La boca de Mery le gustó –murmuró Lali, entre cortes y sollozos.
Se abrazó a la ojiverde y esta, sin decir una palabra, la acompañó hasta la habitación dónde le iba a lavar la cara.

– ¿Esto lo armaste vos? –interrogó Peter, con cierto enfado por el beso que le había dado la alta.
–Claro que sí –mintió–, ¿Qué creías, que la tonta de Lali iba a hacerte una sorpresa?
–En realidad, esta sorpresa la preparó Lali –saltó a defender Cande, de brazos cruzados.
Llevaba un vestido igual al de Eugenia, y detrás de ella, su hermana, Paula. También con cara de enfado. Peter estaba atónito.
–Sos un tarado, Lanzani –lo retó Paula–. ¿Cómo vas a besar a esta, sabiendo que sólo te quiere por una cosa? –dijo, alzando una ceja.
–¿Lali preparó todo esto?
–Obvio. Te quería dar una sorpresa, y además tenía que decirte algo muy importante.
–Todavía no llegó. Así que te conviene que no los haya visto –dijo, mirando con odio a Mery.
El teléfono celular de Cande comenzó a vibrar y ella atendió: miraba a Peter con rabia.
–Voy para allá –fue lo único que dijo.
– ¿Y?
–Era Eugenia. Vas a pagar muy caro todos los malditos llantos que se escuchaban de fondo –miró a Peter amenazante.
Y luego sí, se alejaron de él y de la rubia.
– ¡Soy un tarado! –gritó, mirando con rabia a Mery–, ¡Todo esto es tu culpa, estupida!
Salió corriendo en busca de Lali. Soñaba con llegar y ver que lloraba por algún rasguño o algo malo, pero no, sabía que lo había visto con Mery, sobre SU sorpresa, que se suponía que era para pasarla junto a Lali. No con la otra.
Tocó la puerta repentinas veces, nadie le abría. Apegó su oído contra la puerta y solamente se escuchaban las voces de las chicas:
–Déjalo, amiga. No vale la pena –la consolaba. Era la voz de Eugenia.
–Mi hermano es un estupido.
–Voy a abrir, seguro es la comida que pedí para que hagamos noche de chicas –dijo Cande, y se escuchaban los pasos hasta que la puerta se entreabrió.
La castaña al verlo lo miró de una mala manera:
– ¿Qué haces acá, tarado? –preguntó bruscamente– ¿no te bastó con arruinarle la sorpresa a Lali?
–Por favor, Candela. Déjame verla.
–No vas a verla, ella no te quiere ver, no quiere saber más nada con vos –mierda, eso lo había destruido–, ve con Mery, seguro te debe estar esperando para hacer cosas zarpadas –carraspeó, antes de cerrarle el portazo en la cara.
Eso se lo había ganado por estùpido. ¿Cómo iba a pensar que Mery había preparado eso? ¿Por qué no se dio cuenta que Eugenia jamás ayudaría a Mery con algo así? ¿Por qué LA BESO? ¿Por qué se le había ocurrido dañar el corazón de la tierna e inofensiva Lali con semejante acto? Caminó hasta su habitación, esperando encontrarse con Gastón, pero él no estaba allí, así que siguió hasta la puerta de Rocío, si no estaba con ella, no sabía donde se pudo haber metido. Tocó tres veces, estaba destruido. Le abrió la rubia, estaba algo colorada y sonriente:
– ¿Vos no deberías estar con Lali?
–La cague, la cague pero muy feo –susurró con la voz entrecortada–, ¿Gastón está acá?
–Acá estoy, amigo –dijo este apareciéndose por detrás de Rochi.
–Espero que cuando la vea siga feliz, como siempre, porque si la veo mal por tu culpa te juro que te mato –lo amenazó, y luego volvió su vista a Gas–. Voy a ver como está, te dejo las llaves –dijo, dándole el manojo.
Gastón hizo pasar a Peter a la habitación de su ‘’amiga’’, mientras Rocío se dirigía al cuarto de las chicas.

–Cande, el que tocó recién, ¿era Peter? –preguntó Lali, un poco más calmada.
Su vestido verde estaba bañado en lágrimas mezcladas con maquillaje. Su pelo un poco revuelto, ya que se había quitado las hebillas bruscamente. Sus ojos estaban hinchados y rojos, y su labio inferior le temblaba a altísimas velocidades. Estaba destruida, echa un bollo en contra de la pared, en el suelo.
–Sí, pero no lo deje que pase –admitió la flaca.
Nuevamente tocaron la puerta. Es Peter, pensó Lali.
–Voy a abrir yo, si llega a ser él otra vez lo voy a mandar a la mierda –dijo mientras se paraba.
–No, no quiero que nadie más te vea así. Se van a preocupar, amiga –habló Eugenia, sosteniéndola por los hombros.
Paula se levantó y se acercó a la puerta.
–¿Quién es? –preguntó sin abrir.
–Soy Rochi, ábranme por favor –pidió.
La cachetona abrió la puerta y Rochi entró corriendo, directamente a abrazar a la morocha.
–Me enteré de todo, Lalita. No pasa nada, él no vale la pena –le dijo.
–Es la primera vez que lloro por un chico, ¡y yo pensé que nunca lloraría por él, pensé que me amaba! –gritaba con odio.
Sus ojos se pusieron un color rojizo. Oh no, pensó Eugenia:
–Todas cúbranse, ¡ahora! –pidió, mientras se tiraba al piso y se cubría la cabeza con una almohada.
Fuera del Mandalay, se desató una feroz tormenta. Y, dentro de la habitación, los poderes de Lali se volvieron locos: caían cuadros, se rompían veladores, volaban frazadas y collares, todo era un descontrol. Ella estaba en contra de la pared, mirando todo el lío con cierto asombro.
–¡No los puedo controlar, ayuda! –rogó, entre llanto y llanto. Las cosas seguían volando sin control alguno.
A Eugenia no le quedó otra que acercarse a ella –lentamente– y abrazarla para que se tranquilizaba, pero nada funcionaba: sus poderes estaban fuera de control.
Para colmo, la fuerte tormenta de afuera no ayudaba: había mucho viento, las piedras pequeñas y los árboles se movían de un lado a otro. Por suerte, habìa pocas personas afuera, así que fue simple meterse dentro de la construcción.
Eugenia se acercó gateando hasta su amiga y se aferrò a las piernas de esta:
–Sh… tranquila, La… Sh… –la calmaba.
Poco a poco las cosas se fueron calmando, las demás chicas salieron de debajo de las camas para abrazar a su amiga que no estaba en su mejor momento.
–Ya estoy bien –dijo. En parte mintió, pero en parte no–, quiero salir a caminar sola, si me permiten.
–Claro, pero llévate tu celular. Si te pasa algo o necesitas compañía nos llamas, ¿si? –objeto Paula, alcanzándole su Pocker verde.
Tomó el aparato y salió, mientras caminaba lentamente por el desbaratado parque del Mandalay –producto de la tormenta–, miró de frente y se encontró con esa entrada que tanto dolor le había causado: el bosque de otoño. Cerró los ojos y siguió su rumbo hacia ningún lado. Una vez que se cansó, optó por sentarse en la fuente de agua dulce. Dentro de ella había varias monedas de oro y plata, y el adorno de la punta estaba apagado. Se puso en una posición mirando hacia el bosque, recordando cada imagen –buenas y malas– que había vivido allí.


–Peter: ¿Queres ir al jardín de invierno? –preguntó.
–Lali: ¿Tenemos un jardín de invierno? –eso si la había asombrado.
–Peter: Hay muchas cosas que no conoces de este gran colegio –le sonrió.
–Lali: Está bien. Llévame a conocerlo.


–Lali: Peter, esto es hermoso –observando cada detalle, cada arbusto, flores y árboles. Pájaros de distintas clases que daban un revuelo sobre el lugar.
–Peter: Te recomiendo que te pongas la campera –dijo en tono cuida–. Mientras más dentro te metes, más frío hace.


Peter le sacaba fotos Lali, oliendo distintos tipos de flores, correteando por el lugar y hasta dándole de comer a unos patos que volvían al lago luego de andar buscando comida por el lugar. Se sacaron muchas ‘’selfies’’. Imágenes del hermoso espacio donde se encontraban. Y, sobretodo, riendo y jugueteando entre ellos, aspirando el dulce aroma de la naturaleza.


Deseó nunca haber visto la escena que veían sus ojos: Peter estaba acostado en la manta, sobre él, Mery. Ambos, muy unidos, en un beso. Mery llevaba el mismísimo vestido que ella. Su sorpresa se había ido a la mierda.


El último recuerdo la descolocó un poco. Tan sumergida en sus pensamientos que no se dio cuenta que había alguien tras ella:
–Lali, ¿estás bien? –preguntó. Era Paz.
Asintió nuevamente y la mujer sonriente volvió a dirigirle la palabra
–Hace mucho frío, deberías estar adentro. Además, ya es tarde.
–No me interesa –dijo.

–Ven conmigo, entonces. Necesito hablar con vos, con Gastón y con Rocío. Hay algo muy importante que debo decirles, pero más a vos. 

Hey, ¡Hola!
Capitulos tristes, lloremos ahre.

Pregunta clave: ¿SE ACERCA EL FINAL?
Adelantos del proximo capitulo: Secretos revelados. Una mision pendiente. Una disculpa, no tan disculpa. ¿Quien es en realidad Paz?

+2 comentarios, y esto sigue!

Juli. (@esposmysmile)




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