sábado, 1 de agosto de 2015

Capitulo 26

Poco a poco fue abriendo los ojos. El llanto de un bebé hizo que su corazón palpitara aún más rápido, ¿dónde estaba?
–Te despertaste, mi amor –murmuró una voz conocida: Peter.
–Mhh… Sí, ¿Dónde estoy?
–Estás acá, estamos acá, en el Mandalay. Los salvaste, mi vida, los salvaste…
– ¿Salvé que?
–Los bebés, ustedes los salvaron. Los salvaron, ¿Entendes? –repetía.
Todavía le dolía la cabeza, le costaba recordar. Poco a poco fue entendiendo.
– ¿Cómo terminé aquí?
–Estábamos bajando a los niños y subiéndolos en camionetas para que los lleven a revisar, y luego con sus familias –le respondió Rocío, que estaba al lado de Peter–, cuando un hombre te empujó, rodaste con la niña en brazos y te golpeaste la cabeza. Por suerte, Peter estaba escondido, pero pudo salir y atajarla antes que cayera al piso.
– ¿Gastón?
–Él fue a buscar jugo para brindar, Lali. Cumplimos nuestra misión –le dijo, abrazándola fuertemente.

– ¡La llave, ahí está! Debemos quitársela e ir donde tienen a los chicos.


–No puedo creer lo que ven mis ojos… ¡Mira todos estos chicos! ¿Qué ganan arruinándoles la vida? –Preguntó Gastón, acercándose a una cuna: los habían encontrado.


Rocío leía sus ataques, Gastón las defendía con un palo y Lali atacaba con objetos voladores.


Ahì estaban, llegando al muelle. Todos los hombres vestidos de negro estaban atados en una habitación, mientras ellos bajaban los bebés uno por uno: los habían salvado.


–Sos hermosa… Tu mamá se va a poner muy feliz cuando sepas que te salvamos del horror… –murmuró, mientras le sonreía.
–Lali… la mamá de está pequeña falleció en el secuestro. Estos hijos de su madre le dispararon.
– ¿Q… –no pudo terminar su frase, un golpe en la nuca la hizo perder rápidamente el conocimiento.

Eran pequeños recuerdos que venían uno por uno a su mente. Gastón entró por la puerta, y detrás de él, todos sus amigos, incluyendo a Paz.
–Felicidades, chicos. Salvaron a esas criaturas.
–Yo todavía no entiendo nada –se quejó Candela, cruzándose de brazos.
–Vas a entender algún día –le respondió Eugenia, golpeándole levemente la espalda.
Luego recordó, un segundo antes de que ella despertara oyó un bebé, ¿Qué había sido eso?
Vio que Peter se paró y se acercaba a una pequeña cuna, levantando en sus brazos una pequeña persona, cubierta con una manta rosada.
–Mi amor, te presento a Emiliana. Bah, ese fue el nombre que le puse yo.
– ¿Te robaste una bebé, Peter? –preguntó alterada mientras se paraba.
–No, esta pequeña es la única que no tiene familia, y la traje por un motivo en especial.
– ¿Sí, cuál?
–Espero que no se enojen por esto –dijo, mirando a Lali, Gastón y Rocío–, escuché cuando hablaban con Paz sobre su misión. También escuché que Paz había perdido una hija cuando era joven.
Todos miraron a la mujer, incrédulos. Esta sonrió apenada y fue abrazada por Paula.
–Fui a la corporación de los derechos del niño y que se yo, me dijeron que la podías adoptar –le sonrió.
Paz rápidamente se acercó a ellos y los abrazó fuertemente, ¿De verdad habían hecho eso por ella? Sabía que eran buenos chicos, pero nunca pensó que llegarían hasta este punto.
–Y-yo… No sé que decir chicos, ¡Gracias! –Unas lágrimas se escaparon por sus mejillas–, ¿La puedo tomar? –preguntó.
–Claro.
Le alcanzó a la pequeña bebé y todos aplaudieron, mientras Paz le hacía mimos, la besaba y la acunaba: de verdad parecía una madre.
–Los papeles de adopción están listos, sólo necesitamos que vayas a firmar antes de que se cumpla la semana, allá te van a preguntar cómo le queres poner a la beba. –afirmó Peter.
–No le voy a cambiar el nombre –murmuró, sonriéndoles–, me gusta el nombre que le pusieron ustedes –cambió su vista a la hermosa niña que la miraba–, bienvenida a casa, Emiliana.

* * *
Luego de la preciosa escena que habían vivido, Lali se dirigía a la comisaría, de la mano de Peter. Debía solucionar esto.
–Buenas tardes –saludó al oficial que estaba en la administración–, quisiera visitar al señor Carlos Esposito.
– ¿Y usted es?
Tomó aire, y luego continuó. –Soy su hija, Mariana. Sólo dígale que viene de parte de Lali, él me va a dejar entrar.
–Por supuesto, ya regreso.
El hombre se fue, y Peter le dio un suave beso en la frente.
– ¿Estás lista? –preguntó.
–Muy… –se provocó un silencio, hasta que volvió a hablar–: Gracias, gracias por no dejarme caer nunca, por quererme, aceptarme y cuidarme tanto. No sé que hubiera hecho sin vos…
–No tenes nada para agradecerme, mi amor. Siempre estaré para ti, y espero algún día poder cuidar a veinte mil Petercitos o Lalitas por nuestra casa –le sonrió pícaro.
– ¡Zarpado! –rió, y se detuvo al ver al oficial pasar desde el pasillo.
–Acompáñenme.
Dicho esto los guió hasta la celda número diecisiete, donde presenció a él, su padre. Estaba con el uniforme de prisión, sentado en la camilla y en sus manos tenía una foto de su pequeña Lali a los ocho años.
– ¿Recuerdas lo rebelde que era a esa edad, papá? –le sonrió Lali, él rápidamente se acercó con los ojos llorosos.
–Eras incontrolable, Lalita mía…
–Yo… quiero que me perdones, te juzgué, y lo único que hacías era protegiéndome para que pueda lograrlo…
–Tú también perdóname a mí, este papel lo tuvimos que armar para que ustedes escapen y se encuentren. Todo estaba planeado.
–No importa eso ahora –dijo, curveando sus labios– ¿Aún soy tu Lali?
–Siempre serás mi pequeña princesa poderosa –rió Carlos, y luego posó sus ojos en Peter– ¿Y él es…?
–Hola suegro –carcajeó Peter, Carlos arqueó una ceja.
–Papá, él es Juan Pedro y es mi… mi…
–No lo digas, Lalita, déjalo así. Y vos, la llegas a lastimar y te mato.
–Por Dios –se quejó Lali–, pasé a hablar en el juzgado, aclaré que eras inocente, al igual que toda la organización, para esta noche ya serás libre –citó.
–Muchas gracias, este lugar ya me estaba aburriendo: no hay televisor, no hay wifi, no hay play, no hay nada –dijo entre risas.
–La, nos debemos ir. Un gusto conocerlo, señor Esposito, aunque ya nos habíamos visto antes –saludó Peter.
–Cuando me liberen te ahorco, pequeño insolente –decía Carlos, Lali soltó una carcajada.
–Nos vemos, pa. Por ahora sigo en el Mandalay.
–Está bien, pequeña. Hasta pronto.
Salieron, ya era tarde, pero no les importaba. Pasaron frente a una heladería y pidieron dos helados de chocolate, los cuales iban saboreando en el camino de regreso a casa. Hasta que Peter detuvo a Lali frente a una plaza y la empujó hasta que logró subirla a uno de los columpios.
–Agarrate fuerte –dijo, mientras la impulsaba al aire.
Eran dos niños jugando, sin duda. Una vez que rieron, se sentaron en una banca, frente a la luz de la luna:
–Nuestra historia fue como un vaivén  –comenzó Peter, mientras la acercaba más a su pecho–, pasamos por tantas cosas y todaza nos queda una vida juntos –le dijo, y beso su frente– te amo…
– ¿Para siempre?
–Sí, para siempre.
Ambos se miraron felices, y unieron sus labios en un largo beso a la luz de la luna. Eran libres, y nada iba a separarlos. Nunca.

FIN.

¡Hey, ultimo capitulo! Voy a llorar.
¿Vieron que no escribi como habia sido su aventura con lo niños? Quiero que se la imaginen ustedes, cada cual tiene su forma de imaginarse las cosas asi que... El que quiere puede escribirlo en los comentarios y bue, el que no quiere se lo guardara.
HAY EPILOGO, PEQUEÑAS.

Espero que les haya gustado, estamos dando fin a otra etapa! wow...

¡Las quiero mucho!
Juli. (@esposmysmile)

1 comentario:

  1. Calmate q me imagine toda la escena.... cosas volando guardias atados y todo jajajajajajajajajjaa espero el epílogo

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