Poco a poco fue abriendo los ojos. El llanto de un bebé hizo
que su corazón palpitara aún más rápido, ¿dónde estaba?
–Te despertaste, mi amor –murmuró una voz conocida: Peter.
–Mhh… Sí, ¿Dónde estoy?
–Estás acá, estamos acá, en el Mandalay. Los salvaste, mi
vida, los salvaste…
– ¿Salvé que?
–Los bebés, ustedes los salvaron. Los salvaron, ¿Entendes? –repetía.
Todavía le dolía la cabeza, le costaba recordar. Poco a poco
fue entendiendo.
– ¿Cómo terminé aquí?
–Estábamos bajando a los niños y subiéndolos en camionetas
para que los lleven a revisar, y luego con sus familias –le respondió Rocío,
que estaba al lado de Peter–, cuando un hombre te empujó, rodaste con la niña
en brazos y te golpeaste la cabeza. Por suerte, Peter estaba escondido, pero
pudo salir y atajarla antes que cayera al piso.
– ¿Gastón?
–Él fue a buscar jugo para brindar, Lali. Cumplimos nuestra misión
–le dijo, abrazándola fuertemente.
– ¡La llave, ahí está!
Debemos quitársela e ir donde tienen a los chicos.
–No puedo creer lo que
ven mis ojos… ¡Mira todos estos chicos! ¿Qué ganan arruinándoles la vida? –Preguntó Gastón, acercándose a una cuna:
los habían encontrado.
Rocío leía sus
ataques, Gastón las defendía con un palo y Lali atacaba con objetos voladores.
Ahì estaban, llegando
al muelle. Todos los hombres vestidos de negro estaban atados en una
habitación, mientras ellos bajaban los bebés uno por uno: los habían salvado.
–Sos hermosa… Tu mamá
se va a poner muy feliz cuando sepas que te salvamos del horror… –murmuró,
mientras le sonreía.
–Lali… la mamá de está
pequeña falleció en el secuestro. Estos hijos de su madre le dispararon.
– ¿Q… –no pudo
terminar su frase, un golpe en la nuca la hizo perder rápidamente el
conocimiento.
Eran pequeños recuerdos que venían uno por uno a su mente. Gastón
entró por la puerta, y detrás de él, todos sus amigos, incluyendo a Paz.
–Felicidades, chicos. Salvaron a esas criaturas.
–Yo todavía no entiendo nada –se quejó Candela, cruzándose
de brazos.
–Vas a entender algún día –le respondió Eugenia, golpeándole
levemente la espalda.
Luego recordó, un segundo antes de que ella despertara oyó
un bebé, ¿Qué había sido eso?
Vio que Peter se paró y se acercaba a una pequeña cuna,
levantando en sus brazos una pequeña persona, cubierta con una manta rosada.
–Mi amor, te presento a Emiliana. Bah, ese fue el nombre que
le puse yo.
– ¿Te robaste una bebé, Peter? –preguntó alterada mientras
se paraba.
–No, esta pequeña es la única que no tiene familia, y la
traje por un motivo en especial.
– ¿Sí, cuál?
–Espero que no se enojen por esto –dijo, mirando a Lali, Gastón
y Rocío–, escuché cuando hablaban con Paz sobre su misión. También escuché que
Paz había perdido una hija cuando era joven.
Todos miraron a la mujer, incrédulos. Esta sonrió apenada y fue
abrazada por Paula.
–Fui a la corporación de los derechos del niño y que se yo,
me dijeron que la podías adoptar –le sonrió.
Paz rápidamente se acercó a ellos y los abrazó fuertemente,
¿De verdad habían hecho eso por ella? Sabía que eran buenos chicos, pero nunca pensó
que llegarían hasta este punto.
–Y-yo… No sé que decir chicos, ¡Gracias! –Unas lágrimas se
escaparon por sus mejillas–, ¿La puedo tomar? –preguntó.
–Claro.
Le alcanzó a la pequeña bebé y todos aplaudieron, mientras Paz
le hacía mimos, la besaba y la acunaba: de verdad parecía una madre.
–Los papeles de adopción están listos, sólo necesitamos que
vayas a firmar antes de que se cumpla la semana, allá te van a preguntar cómo
le queres poner a la beba. –afirmó Peter.
–No le voy a cambiar el nombre –murmuró, sonriéndoles–, me
gusta el nombre que le pusieron ustedes –cambió su vista a la hermosa niña que
la miraba–, bienvenida a casa, Emiliana.
* * *
Luego de la preciosa escena que habían vivido, Lali se dirigía
a la comisaría, de la mano de Peter. Debía solucionar esto.
–Buenas tardes –saludó al oficial que estaba en la administración–,
quisiera visitar al señor Carlos Esposito.
– ¿Y usted es?
Tomó aire, y luego continuó. –Soy su hija, Mariana. Sólo dígale
que viene de parte de Lali, él me va a dejar entrar.
–Por supuesto, ya regreso.
El hombre se fue, y Peter le dio un suave beso en la frente.
– ¿Estás lista? –preguntó.
–Muy… –se provocó un silencio, hasta que volvió a hablar–:
Gracias, gracias por no dejarme caer nunca, por quererme, aceptarme y cuidarme
tanto. No sé que hubiera hecho sin vos…
–No tenes nada para agradecerme, mi amor. Siempre estaré
para ti, y espero algún día poder cuidar a veinte mil Petercitos o Lalitas por
nuestra casa –le sonrió pícaro.
– ¡Zarpado! –rió, y se detuvo al ver al oficial pasar desde
el pasillo.
–Acompáñenme.
Dicho esto los guió hasta la celda número diecisiete, donde presenció
a él, su padre. Estaba con el uniforme de prisión, sentado en la camilla y en
sus manos tenía una foto de su pequeña Lali a los ocho años.
– ¿Recuerdas lo rebelde que era a esa edad, papá? –le sonrió
Lali, él rápidamente se acercó con los ojos llorosos.
–Eras incontrolable, Lalita mía…
–Yo… quiero que me perdones, te juzgué, y lo único que hacías
era protegiéndome para que pueda lograrlo…
–Tú también perdóname a mí, este papel lo tuvimos que armar
para que ustedes escapen y se encuentren. Todo estaba planeado.
–No importa eso ahora –dijo, curveando sus labios– ¿Aún soy
tu Lali?
–Siempre serás mi pequeña princesa poderosa –rió Carlos, y
luego posó sus ojos en Peter– ¿Y él es…?
–Hola suegro –carcajeó Peter, Carlos arqueó una ceja.
–Papá, él es Juan Pedro y es mi… mi…
–No lo digas, Lalita, déjalo así. Y vos, la llegas a
lastimar y te mato.
–Por Dios –se quejó Lali–, pasé a hablar en el juzgado, aclaré
que eras inocente, al igual que toda la organización, para esta noche ya serás
libre –citó.
–Muchas gracias, este lugar ya me estaba aburriendo: no hay
televisor, no hay wifi, no hay play, no hay nada –dijo entre risas.
–La, nos debemos ir. Un gusto conocerlo, señor Esposito,
aunque ya nos habíamos visto antes –saludó Peter.
–Cuando me liberen te ahorco, pequeño insolente –decía
Carlos, Lali soltó una carcajada.
–Nos vemos, pa. Por ahora sigo en el Mandalay.
–Está bien, pequeña. Hasta pronto.
Salieron, ya era tarde, pero no les importaba. Pasaron
frente a una heladería y pidieron dos helados de chocolate, los cuales iban
saboreando en el camino de regreso a casa. Hasta que Peter detuvo a Lali frente
a una plaza y la empujó hasta que logró subirla a uno de los columpios.
–Agarrate fuerte –dijo, mientras la impulsaba al aire.
Eran dos niños jugando, sin duda. Una vez que rieron, se
sentaron en una banca, frente a la luz de la luna:
–Nuestra historia fue como un vaivén –comenzó Peter, mientras la acercaba más a su
pecho–, pasamos por tantas cosas y todaza nos queda una vida juntos –le dijo, y
beso su frente– te amo…
– ¿Para siempre?
–Sí, para siempre.
Ambos se miraron felices, y unieron sus labios en un
largo beso a la luz de la luna. Eran libres, y nada iba a separarlos. Nunca.FIN.
¡Hey, ultimo capitulo! Voy a llorar.
¿Vieron que no escribi como habia sido su aventura con lo niños? Quiero que se la imaginen ustedes, cada cual tiene su forma de imaginarse las cosas asi que... El que quiere puede escribirlo en los comentarios y bue, el que no quiere se lo guardara.
HAY EPILOGO, PEQUEÑAS.
Espero que les haya gustado, estamos dando fin a otra etapa! wow...
¡Las quiero mucho!
Juli. (@esposmysmile)
Calmate q me imagine toda la escena.... cosas volando guardias atados y todo jajajajajajajajajjaa espero el epílogo
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