viernes, 7 de agosto de 2015

UNO

Antes que nada quiero dedicar este primer capitulo a una lectora que esta cumpliendo años! FELIZ CUMPLE, MIMI! (Nunca supe tu nombre, mimi me gusta bue), sos vieja che(? Me llevas tres años, en fin. ¡Ojala la pases muy lindo y que te guste este primer capitulo! 

Ahora si, ¡Nos volvemos a ver! Espero que les guste mucho este nuevo proyecto y se prendan, si hay alguna nueva lectora ¡Bienvenida! y bueno, a las demas solo me queda agradecerles por seguir aca, apoyandome :) Bueno, el primer capitulo va a ser un dia normal en la vida de ''Lali'', el segundo va a ser de Peter y a partir del tres ya se van a relatar ambas historias juntas, se los digo para que no se pierdan, en fin. ¡Ojala les guste!


Capitulo 1: Mariana Esposito.



– ¡Mariana, ya llegamos!
Esa voz gruesa la había sacado de sus pensamientos. ¡Su familia había llegado! Corrió rápidamente hasta su escritorio y guardó el trozo de torta que usó esta mañana para ‘’celebrar’’ su cumpleaños. Se colocó una fina campera de seda y bajó lentamente las escaleras: allí estaban Elías, su odioso hermano mayor, que la miraba con asco, Gimena, su madre, que le dedicó una tierna sonrisa, y Marcos, su padre. La tensión en el ambiente era terrible. Y, como se había asegurado antes, nadie la saludó por su cumpleaños.
– ¿Qué hiciste de comer? –preguntó Marcos, mirando la mesa vacía.
¡Mierda! Se había olvidado, ¿Cómo pudo haber sido tan tonta? Dios.
–Em… Yo…
– ¿Te olvidaste de hacer la cena? –interrogó Elías, arqueando una ceja.
–No importa, ahora yo la ayudo y terminamos rápido –se ofreció Gimena, acercándose a Mariana.
–No, ahora se me fueron las ganas de comer. Y tú, pequeña bestia, vas a pagarla caro, ¿Qué te pensas, que porque es tu cumpleaños vas a dejar de trabajar por un día? Muy equivocada, pequeña Mariana.
«Al menos, se acordó de tu cumpleaños» habló la voz interior de Mariana.
Se acercó a zancadas y con un movimiento ágil la tomó por los cabellos, haciéndole doler de una manera que nadie se imaginaba. Nadie.
–Marcos, para, por favor –rogaba Gimena.
–Esta pendeja me cansa. Gimena, llévatela al sótano, no la quiero ni ver. Y vos, –otra vez acercó su boca al oído de la joven indefensa– que no vuelva a pasar, ¿estamos?
–Sí, pa.
Le daba asco llamar a ese animal de esa manera. Lo que menos tenía era algo de padre. Más bien, para con ella no tenía un gesto de amor. En cambio, para Elías era un héroe. Gimena era la única que la padecía todas las noches de su vida.
La tomó del brazo y le susurró que todo iba a estar bien, mientras la llevaba al subsuelo de la gran casa Esposito.
–Cuando tu padre esté durmiendo voy a traerte mantas y comida –le dijo, mientras abría la puerta–, ahora entra, no querrás hacerlo enojar –murmuró, pero antes de que salga la volvió a tomar del brazo: –Espero que te guste, feliz cumpleaños, hija. –le sonrío, entregándole una cajita pequeña.
–Gracias, mamá. Eres la persona más buena que conozco.
–De nada, ahora entra. Yo me encargaré de hacerles de comer a los ‘’machitos’’ –se le escapó una breve risa–, recuerda que volveré. No te duermas.
–Bueno.
Cerró la puerta de madera con el gran candado. Adentro, la joven buscó el interruptor de la luz, cuando lo encontró, obviamente lo prendió. Buscó las cosas que necesitaría para pasar la noche ahí: la esponjosa alfombra, una sábana, almohadón y la radio con auriculares que, con muchos días encerrada dentro, logró repararla y sus noches no eran tan tenebrosas. Ese sótano era como su casa, dentro de su casa.
Eran la una de la mañana, supuso. Cuando se escucharon unos pasos provenientes del pasillo exterior. Gimena, pensó. De todas formas, escondió la radio y todas las cosas que la ponían cómoda en el frío subsuelo. Se acercó a la puerta:
–Hijita, hijita… –susurró una voz femenina. Sí, era Gime.
–Acá estoy, ma –respondió en un murmuro.
Gimena abrió lentamente la puerta y le pasó lo que necesitaba: una manta, dentífrico y cepillo, un plato de sopa caliente con una botellita de agua y su celular. Luego de eso, desapareció entre las luces tenues del pasillo.
Puso su alarma a las cinco de la mañana. Ella solía levantarse a las seis para ir al colegio, pero las veces que dormía en el sótano se levantaba antes a esconder las cosas que usaba mientras estaba dentro, y para cuando Marcos la iba a despertar fingía que había estado en el suelo toda la noche: era un gran plan. Luego de varios años iguales el subsuelo de la casa era ‘’su lugar’’, tanto como de castigo, como de maltrato, como de felicidad. Ahí iba cuando estaba triste, cuando necesitaba estar sola, cuando quería reflexionar, y cuando se mandaba alguna macana.
Estiró las frazadas y se acostó a dormir, dispuesta a despertarse temprano al otro día.
–Arriba, niña –musitó Marcos, arrojándole a la cabeza su uniforme del colegio.
Se levantó, frustrada por el frío piso. Aunque durmió menos de una hora allí, era bastante incómodo.
Agarró su vestimenta y salió para darse una ducha. Entraba a las siete treinta, todavía tenía una hora para terminar todo. Una vez que salió del caliente baño comenzó a cambiarse: era una chomba color verde oscuro, una pollera escolar con dos tablas del color azul marino, medias del mismo color que la remera y zapatos negros. Como era época de invierno, llevaba un cancan fino, y arriba una campera azul con el escudo del colegio. Se hizo dos colitas en el pelo, tomó su mochila y bajó a desayunar.
–Buen día –dijo Gime, guiñándole un ojo.
–Buenos días, ma –correspondió.
– ¿Cómo la pasaste en el sótano? –preguntó Marcos, sin mirarla.
–Aprendí la lección –frunció el ceño, mientras le daba un trago a su café.
–Espero que la próxima no seas tan tonta, Mariana –gruñó.
No le contestó, simplemente tomó una medialuna y salió. La escuela estaba a nueve cuadras, que debía caminar sola todas las mañanas. Elías tenía un coche, así que con salir diez minutos antes le alcanzaban para llegar, y encantar a todas las mujeres que se encontraba a su paso: un casanova total, pensaba Mariana. De todas formas, ella aceptaba que Marcos la odiaba, el hombre siempre había soñado una familia de tres integrantes, y el hijo varón. Y lo había logrado, hasta que Gimena quedó embarazada de ella y bueno, tuvo que bancársela.
Pasó por la casa de la señora Collins y la saludó:
–Vaya, Mariana. Éstas cada vez más grande –musitó felizmente la mujer–, uno de estos días vas a pasarme.
–Oh, lo dudo –dijo entre risas–. Tengo un metro cincuenta con suerte, usted tiene muchos más.
Y sin decir más volvió a despedirla y siguió caminando hasta la gran construcción, y las grandes letras que le daban nombre: Rockland School of Literature.
Agarró el sendero de piedras y, con libro en manos, entró. Caminó firme hasta su casillero, dejando los libros que no necesitaría, y sacando los que debía devolver a la biblioteca más tarde.
Se dirigió hasta su salón, el 4º B, y se sentó en su hilera, segunda, como siempre.
–A ver chicos, acomódense rápido –pedía la profesora dando leves palmadas en el aire–, hoy vamos a dar más sobre la poesía en las canciones.
– ¿Otra vez? –se quejó una compañera de Mariana, que se ubicaba más al fondo.
–Sí, otra vez, señorita Vetrano. Vi su trabajo la clase anterior y debo felicitarla, igual a usted, Esposito. Las palabras utilizadas a partir de todo estos años fueron bien puestas en sus rimas, incluso si le pondrían ritmo harían unas bellas canciones –dijo.
Se sentía orgullosa de si misma, no es que la literatura le guste, pero escribir la había salvado de tantas cosas, la entretenía, disfrutaba, pensaba y todo lo que estaba a su alrededor desaparecía.
Eran las doce, hoy era el único día que salían a esa hora. Como siempre, la había pasado sola, no se consideraba social. En realidad, no lo era.
Abrió la puerta de su casa, y había una nota junto a un sándwich en la mesa: ‘’Hija, me fui a hacer unos trámites, acá te dejo tu almuerzo. Tu padre me dijo que no va a volver hasta la medianoche y Elías tiene entrenamiento todo el día, evita poner el volumen de la música muy...’’ Bla, bla, bla. Siempre eran las mismas advertencias. Miró con necesidad el trozo de pan en el plato, rompió la nota y comenzó a devorarlo mientras subía las escaleras. Se adentró en su habitación y se tiró a la cama a pensar en todas las cosas que ahora cargaba en su vida: su padre era cada vez más fuerte, no tenía amigos, no tenía otros familiares, estaba sola, y solo pedía algo: ser feliz.

3 comentarios:

  1. Graciass!! :*
    Mi nombre es lamis pero me llaman lalo miso mi mi lo q sea tengo muchos apodos jajajjajajajja
    Volviendo a la novela: pobre lalita y quiero q se encuentre ya con pitt ...comente tbn en wattpad :)

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    1. Ahh y con eso de q soy vieja...las chicas del group d wa (team DOLor por las novelas de nic ...no se si conoces sus novelas....actualmente sube "del otro lado" DOL)siguen llamándome beba jajajajjajajajajaj

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  2. ¡Qué buen comienzo, me encantó! ¿Podrías avisarme por Twitter cada vez que subas? Mi user es @nearmyidols ! Me gusto mucho y espero el próximo capitulo!

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